Dolor en el mundo del fútbol por el deceso del legendario arquero Hugo Orlando Gatti

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“El Loco” Gatti falleció este domingo a los 80 años, el ex futbolista de Boca permanecía internado en terapia intensiva en el hospital Pirovano desde hace más de dos meses a raíz de una neumonía. 

La historia fría dirá que un 20 de abril de 2025, Domingo de Pascuas para más datos, se fue el “Loco” Gatti rumbo a la eternidad, pero esa simple referencia histórica no será compatible con la realidad, porque su mágico recorrido por el fútbol argentino hizo que justamente su partida de este mundo el destino haya querido que fuera un día exactamente así.

Un domingo se fue, el día del fútbol por antonomasia; de gloria, como la que supo vivir durante su extensa carrera que arrancó en 1962 en Atlanta y terminó en 1988 en Boca Juniors.

Iluminado sin proponérselo, jugó su último partido como profesional, como no podía ser de otra manera, un Día del Maestro, el 11 de septiembre de 1988, cuando otro tipo con mucha calle como él, el “Pato” José Omar Pastoriza lo castigó con el que sería el fin de su carrera a los 44 años, al sacarlo tras un error en una salida que permitió que el delantero de Deportivo Armenio Silvano Maciel  le convirtiera un gol de los llamados entonces “de biógrafo” en plena Bombonera y en una primera fecha de campeonato. 

Nunca más volvería a jugar, porque fue condenado al destierro de un banco de suplentes que nunca había sido su lugar en el mundo, y su lugar sería ocupado, vaya una paradoja más, por alguien que lo idolatraba, lo copiaba, y se forjó a su imagen y semejanza: Carlos Fernando Navarro Montoya.

Atrás quedarían entonces sus 765 partidos disputados en primera división a lo largo de 26 años, los que lo convirtieron en récord imbatido del fútbol argentino hasta nuestros días. Y en medio de ellos 18 encuentros jugados con el seleccionado argentino y otro plusmarca después igualada pero nunca superada: 26 penales atajados.

Y el que lo empardó fue nada menos que Ubaldo Matildo Fillol, con el que mantuvo una rivalidad histórica de estilos similar a la de los entrenadores César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo.

Gatti era el arquero-jugador y Fillol el arquero-atajador, y esa puja popular y mediática se mantuvo hasta el Mundial de Argentina de 1978, cuando justamente Menotti terminó optando por el “Pato” para jugar ese certamen que el seleccionado nacional terminaría coronando con su primera estrella.

Estuvo casi medio siglo adelantado a todos, jugaba con los pies con la naturalidad de un futbolista de campo y tal vez con más ductilidad que muchos de ellos. Salía gambeteando hasta la mitad de la cancha y más. Cincuenta años después el “Dibu” Martínez podría decirse que se le parece bastante, aunque con menos técnica individual pero con similar desparpajo.

Porque el “Loco” era bueno de verdad y no tenía empacho en decirlo. “Soy el mejor, el número uno”, declaraba constantemente, y solamente tenía un ídolo: el emblemático boxeador Muhamad Alí, al que el siempre por el nombre con el que había sido conocido en los Estados Unidos: Cassius Clay.

Después nacería Federico, el segundo hijo que tuvo con su amor de siempre, Nacha Nodar, la modelo con la que se casó en 1977 y detrás de la que, según Lucas confió en las últimas horas, se fue rumbo al cielo de su vida “porque se derrumbó después de que ella falleciera hace ocho meses”.

Tan fuerte era la impronta del “Loco” que estuvo presente en los medios hasta el último día, con celebradas participaciones en el programa de fútbol “El Chiringuito de Jugones” que se emite diariamente por Atresmedia de España, luego de que se radicara durante varios lustros en Madrid.

Gatti nació el 19 de agosto de 1944 en la localidad bonaerense de Carlos Tejedor y además de Atlanta jugó en Gimnasia y Esgrima La Plata y Unión, de Santa Fe, pero para agrandar su historia, es de destacar que atajó en River primero, entre 1964 y 1968, y en Boca después, entre 1976 y 1988.

Con el “xeneize” ganó dos Copas Libertadores (1977 y 1978) y una Intercontinental (1977), y su primer discípulo en el arco, por características de juego, fue Néstor Errea, también de pasos por Atlanta, donde al igual que el “Loco” inició su carrera, para después incorporarse a Boca Juniors.