El papa Francisco escribió una nueva carta sobre la crisis de seguridad en Rosario

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La vicegobernadora de Santa Fe, Gisela Scaglia, contó que el sumo pontífice le contestó un mensaje de puño y letra. En la celebración del Jueves Santo, el papa pidió a los sacerdotes liberarse de egoísmos, más tarde Francisco lavó los pies a 12 mujeres presas.

A partir del llamado de atención que hizo el papa Francisco sobre Rosario, el Gobierno de Santa Fe confirmó este jueves que la máxima autoridad de la Iglesia católica ponderó el plan de la Provincia para frenar la violencia. El mensaje trascendió a partir de un intercambio de cartas en la última semana.

El mensaje del sumo pontífice trascendió en el cierre de una Semana Santa complicada en la ciudad. Entre el último lunes y el martes los colectivos dejaron de funcionar por cuatro ataques y amenazas que encendieron el temor a una nueva ola de violencia.

Luego de su reflexión sobre el problema de la droga, el papa Francisco elogió las medidas tomadas por la Provincia en la ciudad. “Me impresionó el sentido del gobierno como servicio”, comentó en una carta breve y escrita a mano.

La misiva fue la respuesta formal del líder del Vaticano a Gisela Scaglia. La presidenta del Senado de Santa Fe decidió contactarlo para explicar el plan de gestión enfocado en “mejorar la convivencia social” dentro de una de las mayores áreas metropolitanas de Argentina.

“Rezo por usted, le pido que lo siga haciendo por mí”, le contestó Francisco a Scaglia en su carta. Así confirmó que sigue preocupado por la situación de Rosario, que en los últimos días volvió a ser noticia internacional por las amenazas de muerte a la familia de Ángel Di María.

El papa Francisco celebró este jueves la misa Crismal con la que se abre el llamado Triduo pascual de la Semana Santa, y en su larga homilía, leída con buena voz, pidió a los sacerdotes liberarse de egoísmos y ambiciones y que perdonen siempre y lloren por los demás.

En la misa de este Jueves Santo se conmemora la institución del sacramento del orden sacerdotal por Jesucristo durante la Última Cena y está dedicada a la renovación por parte de los sacerdotes de los votos de pobreza, castidad y obediencia, por lo que en la ceremonia participaron sobre todo los curas de la diócesis de Roma.

En los días pasados, el papa había preferido no leer los discursos preparados pues se cansaba debido a algunos problemas respiratorios pero hoy pronunció la larga homilía sin problemas.

El pontífice reflexionó sobre la necesidad de “la compunción y las lágrimas” en los miembros de la Iglesia porque “quien se compunge de corazón se siente más hermano de todos los pecadores del mundo, sin un atisbo de superioridad o de aspereza de juicio, sino con el deseo de amar y reparar”.

Y agregó que “otra característica de la compunción es la solidaridad, pues un corazón dócil, liberado por el espíritu de las Bienaventuranzas, se inclina naturalmente a hacer compunción por los demás; en vez de enfadarse o escandalizarse por el mal que cometen los hermanos, llora por sus pecados”.

”Queridos hermanos, a nosotros, sus Pastores, el Señor no nos pide juicios despectivos sobre los que no creen, sino amor y lágrimas por los que están alejados. Las situaciones difíciles que vemos y vivimos, la falta de fe, los sufrimientos que tocamos, al entrar en contacto con un corazón compungido, no suscitan la determinación en la polémica, sino la perseverancia en la misericordia”, agregó.

Y a los sacerdotes indicó: “Cuánto necesitamos liberarnos de resistencias y recriminaciones, de egoísmos y ambiciones, de rigorismos e insatisfacciones, para encomendarnos e interceder ante Dios, encontrando en Él una paz que salva de cualquier tempestad. Adoremos, intercedamos y lloremos por los demás”.

Más tarde, el Papa acudió este jueves a la prisión femenina de Roma para celebrar la misa del Jueves Santo y, desde su silla de ruedas, lavó los pies a doce reclusas, una tradición con la que imita a Jesús con sus discípulos en la ‘Última Cena’.

Las doce mujeres, muchas de ellas visiblemente emocionadas o llorando, se subieron a una plataforma y el pontífice pasó por delante de ellas, con un mandil blanco y llevado en su silla de ruedas por sus conocidos problemas de movilidad, para lavar y luego besar sus pies.

Previamente había improvisado una breve homilía centrada en el perdón, pero no la leyó, como suele hacer (en el último mes a menudo ha renunciado a leer discursos por un problema respiratorio que arrastra tras una gripe, según ha explicado él mismo).

“Todos tenemos pequeños o grandes fracasos, todos tenemos una historia, pero el Señor nos espera siempre con los brazos abiertos y no se cansa nunca de perdonar“, afirmó en una carpa en el patio de la cárcel, ante las presas y el personal de la institución.

Francisco explicó que, en este Jueves Santo, cuando se conmemora la última noche antes de la Pasión de Cristo, Jesús hizo entender, lavando los pies a sus discípulos, que “había venido para servir y no para ser servido”.