Tras la orden del Estado Mayor Ruso, el Ejército se concentra en la “liberación” de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk -al este del territorio ucraniano- mientras las negociaciones con Kiev se siguen demorando.
Rusia reveló ayer que perdió más de 1.300 militares desde el inicio de hostilidades y aseguró que el Ejército y la Guardia Nacional de Ucrania tuvieron 14.000 bajas, mientras advirtió que Kiev demora las negociaciones y anunció que se concentrará en el este del país, tras cumplir “en general” las principales metas de “la primera etapa de la operación”, con la que nunca buscó tomar “las grandes ciudades”.
El jefe de la Dirección de Operaciones del Estado Mayor General ruso, Serguei Rudskoi, reconoció que 1.351 soldados de sus filas murieron desde el inicio de su ofensiva militar en Ucrania pero las víctimas del lado ucraniano se calculan en 14.000 fallecidos y unos 16.000 heridos, según las agencias de noticias Sputnik y AFP.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, había admitido hace dos semanas que al menos 1.300 militares de su país murieron desde el inicio de la invasión.
Rudskoi anunció además que el Ejército se concentrará en la “liberación” de la zona oriental de Ucrania y aseguró que “en general, las principales tareas de la primera etapa de la operación han sido completadas”.
“El potencial de combate de las Fuerzas Armadas de Ucrania se ha reducido significativamente, lo que permite, lo enfatizo una vez más, concentrar los esfuerzos principales en lograr el objetivo principal: liberar el Donbass”, declaró el jefe de Estado mayor adjunto, en lo que parece un giro en la estrategia rusa, que ahora no parece interesada en ocupar las ciudades centrales.
“Inicialmente, no planeamos asaltarlas para evitar la destrucción y minimizar las pérdidas entre el personal y los civiles”, reveló Rudskoi.
Los principales avances de Rusia se concentraron en el este y el sur de Ucrania, pero todavía no consiguió controlar ninguna ciudad importante.
Una parte de la zona ucraniana del Donbass está controlada desde 2014 por separatistas prorrusos.
Justo antes de lanzar la ofensiva que comenzó el 24 de febrero, Rusia reconoció la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, ubicadas en el Donbass, y lanzó la intervención militar con el argumento de que quería protegerlos de un “genocidio”.
En su repaso de resultados de la invasión, Rudskoi reseñó que “las fuerzas aéreas ucranianas y el sistema de defensa aérea están casi completamente destruidos, las fuerzas navales del país dejaron de existir”, “se destruyeron 39 bases de almacenamiento y arsenales, que contenían hasta el 70% de todas las existencias de equipo militar, material y combustible, y más de 1.054.000 toneladas de municiones”.
Por otro lado, según Moscú, las negociaciones no avanzan en los temas principales, aunque sí admitió que había un acercamiento en otros temas menos importantes.
“Las posiciones convergen en cuestiones que son secundarias. Pero en las principales (cuestiones) políticas estamos estancados”, dijo Vladimir Medinski, según la agencia de noticias AFP.
Medinski lamentó que Ucrania está más preocupada por “obtener garantías en materia de seguridad por parte de terceras potencias” en caso de que “no logre formar parte de la OTAN”, y denunció que Kiev “no tiene prisa porque cree que el tiempo corre a su favor”.
Los pronunciamientos coincidieron con la presencia de Biden en Polonia, a unos 80 kilómetros de la frontera con Ucrania, después de haber participado el jueves en las cumbres de la UE , la OTAN y el G7.
“Estoy aquí en Polonia para ver de primera mano la crisis humanitaria y, francamente, parte de mi decepción es que no puedo verla de primera mano como lo he hecho en otros lugares. No me dejan”, dijo Biden, que aterrizó en la ciudad polaca de Rzeszow.
Según la cadena CNN, Biden juzgó “comprensible” haber llegado solo hasta allí y expresó su deseo de saber a partir del trabajo del personal que atiende la crisis humanitaria “qué ven, qué están haciendo y hacia dónde creen que vamos a partir de aquí”.
La guerra dialéctica también incluyó el rechazo del Kremlin, con las voces del canciller Serguei Lavrov y el portavoz gubernamental Dmitri Peskov, a las acusaciones del presidente ucraniano Volodimir Zelenski acerca del uso de bombas de fósforo.
Los dos funcionarios rusos no solo negaron el hecho, sino que achacaron estas noticias a la necesidad de Estados Unidos de “desviar la atención” del programa de armamento químico y biológico estadounidense en Ucrania.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, aseguró que su país está sufriendo una “guerra híbrida” de parte de Occidente.
“Nos declararon una guerra híbrida, una guerra total. Este término que usaba la Alemania de (Adolf) Hitler, hoy la usan muchos políticos europeos cuando hablan de qué quieren hacer con Rusia”, dijo Lavrov en un evento de la Fundación Gorchakov para la diplomacia pública.
Asimismo, Putin criticó la “discriminación” contra la cultura rusa en los países occidentales y la comparó con la quema de libros hecha por los nazis en Alemania y Austria en la década de 1930.
“La última vez que se llevó a cabo una campaña de destrucción semejante de una cultura indeseable fueron los nazis en Alemania, hace cerca de 90 años. Nos acordamos bien de las imágenes de los libros quemados en las plazas públicas”, dijo Putin en un discurso televisado.
“Se borra de los carteles de conciertos a (los compositores rusos) Chaikovski, Shostakovich, Rajmaninov… Se prohíben los escritores rusos y sus libros”, citó.